*Por Gisela Colombo

“El suplente” es una película producida por empresas de distintas procedencias: Argentina, España, Italia, México y Francia.

Los hechos que narra ocurren en las afueras de Buenos Aires y abordan la historia de un intelectual devenido circunstancialmente en profesor suplente de literatura en un colegio cuya población en parte pertenece a un ámbito marginal.

Su padre, conocido en el barrio y entre los estudiantes del colegio como “el Chileno”, lleva tiempo trabajando para dar cobijo y alimento a la población más necesitada. Pero un líder mafioso decide presentarse como candidato a intendente y usa su poder para perseguirlo por la relación que supone tiene el Chileno con el intendente actual. Combate con ello a su próximo contrincante en la candidatura para intendente del distrito, pero también arruina su obra de años que es refugio para muchos.

El desafío de Lucio, en cambio, es despertar interés en una expresión de la naturaleza espiritual del hombre, como es la literatura. Y si en principio lejos está de lograrlo, va vinculándose con algunos de los alumnos que están sumergidos en el narcotráfico. La empatía del docente va allanando los caminos y hay elementos para afirmar que finalmente logra un balance positivo.

Las locaciones hacen sumamente verosímil el relato y para quienes conocemos de cerca lo que sucede en las aulas de los colegios actuales las escenas son tan creíbles que llevan a inferir que existe un docente detrás del guión, o que lo ha animado una investigación de campo previa.

El guión, que pertenece a Diego Lerman (que es además el director), María Meira y Luciana De Mello (también guionistas reconocidas) pudo haber sido responsable de la falta de emoción que provoca.

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En la historia no sólo entran en juego la pobreza, el delito y las adicciones. También aparece la apatía de los adolescentes encarnada por la hija de Lucio, que desespera a sus padres en su desidia. El asunto de la muerte completa un cuadro cuyo desteñido se expresa con claridad en la estética que ofrece el film.

Tanto Juan Minujín como los adolescentes que lo acompañan resultan efectivos en sus labores interpretativas. Lo mismo sucede con Alfredo Castro, Bárbara Lennie y Rita Cortese. Sin embargo, el producto no tiene la fuerza necesaria para conmover, ni la profundidad que conduce a la introspección. En cambio, describe un vuelo rasante por sobre los problemas sociales que tienen tomada a gran parte de la juventud. Con un realismo indiscutible, la obra no obstante no aporta nada a las innumerables manifestaciones artísticas que abordan los mismos temas, y tampoco es la mejor opción de entretenimiento en virtud de que presenta los nudos problemáticos en su condición de conflictos irresolubles.