El 23 de noviembre la plataforma de streaming líder en el mercado estrenó una serie llamada “Merlina”, un desprendimiento de la obra de Charles Addams, escritor estadounidense nacido en 1912.

La creatividad, humor negro y estética gótica, que caracterizó el relato desde el mismo texto literario, promovió muchas puestas en escena antes de esta versión.

En rigor, la novela original recrea los episodios de la vida de una familia seguramente inspirada en la propia familia del escritor, ya que lleva su mismo apellido. En este caso, en cambio, se trata de un zoom a la niña de la casa. “Merlina” para el público de Latinoamérica, fue bautizada como “Wednesday”, y así lo tradujeron los españoles, que le llamaron “Miércoles Addams”. Es curioso nombre visto desde nuestra perspectiva.

El nombre “Merlina” sin dudas proviene de la tradición literaria también y remite al mago emblemático del ciclo artúrico, específicamente de la Leyenda del Rey Arturo, poseedor de la magia y de la sabiduría más pía. Desde allí, Merlina ya anticipa sus habilidades nigromantes, que será el tema que desarrolla esta serie. La niña es expulsada de su colegio por una falta grave y sus padres deciden inscribirla en una institución llamada “Nevermore” donde se educan jóvenes poseedores de dones extraordinarios y conductas que escapan a la normalidad del resto de los mortales. A esos sujetos excluidos de Nevermore se los refiere como “normis”.

Merlina, por su parte, se enfrentará con su propia naturaleza mediante una serie de hechos que hacen de la serie un producto policial. Será ella, devenida en una moderna Sherlock Holmes, quien protagonice la especie de thriller cargado, hacia los últimos episodios, de elementos propios de la ciencia ficción.

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Tim Burton es el responsable creativo del proyecto, pero sólo dirige cuatro de los ocho episodios de esta primera temporada. Se trata de los cuatro primeros, donde su pericia y esa estética particular que despliega en muchos de sus trabajos, van generando una atmósfera inconfundible siempre acompañada de crítica social y caracterización psicológica profunda de los personajes. Los guionistas que intervienen aquí son Alfred Gough y Miles Millar, aunque el tercer y cuarto episodio serán producto de Kayla Alpert. Luego, será la directora Gandja Monteiro ̶en el lugar de Burton̶ quien resuelva el capítulo cinco y seis, con libro de April Blair. Precisamente en estos tramos, la ficción pondrá el mayor énfasis en la autonomía femenina y el empoderamiento de Merlina. Los dos episodios finales corresponderán al trabajo de James Marshall como director y retornarán los guionistas iniciales. La particularidad de estos dos relatos de cierre es el despliegue de efectos especiales que ilustran la ciencia ficción hacia la que vira la historia.

Quizá sea ésta y no otra la mayor cercanía con el peñasco. Licantropía, vampirismo y una serie de ingredientes desplegados como lugares comunes en tantas ficciones contemporáneas que resulta imposible no notar la ausencia de Burton en los destinos de la tira. Aun así se resuelve satisfactoriamente el final si uno no espera de ello ninguna originalidad.

Los actores están muy bien, especialmente la protagonista, Jenna Ortega, pero también Catherine Zeta-Jones. Riki Lindhome, entre otros.

Más allá de las diferencias, “Merlina” logra unidad y conserva el efecto, según le habría gustado a Poe resaltar. Y, a pesar de la debilidad señalada, la serie resulta un espectáculo visual que vale la inversión de las ocho horas que lleva mirarla.