Por Gisela Colombo

Festival de trovadores es una película de origen turco cuya historia ofrece un protagonista, joven abogado llamado Yusuf (Kıvanç Tatlıtuğ), que vive solo en una gran ciudad y una noche de lluvia es sorprendido por un hombre mayor (Settar Tanrıöğen). Se trata de su padre, músico nómade, que lo abandonó veinticinco años antes y no volvió a alimentar ningún contacto desde entonces. No hace falta mucho tiempo para conocer que está allí en virtud de querer despedirse porque está muy enfermo. Sin embargo, el hijo debe descubrirlo solo porque en una muestra de dignidad tardía, el anciano evita decirlo.

En un silencio cargado, Yusuf decide llevarlo hasta donde el hombre se encaminaba ya para seguir el raid de despedida. Va camino al “Festival de Trovadores”, adonde acudía periódicamente para hacer música. Esa travesía es lo que los alemanes han nombrado magistralmente como un “bildungsroman”, un viaje de madurez.

Aunque el itinerario sigue una necesidad del padre, es el hijo quien transitará, en primera persona, el viaje iniciático, que se transformará en una vía de aceptación, en un proceso interior esencial.

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El andar en la carretera rumbo al “Festival de Trovadores” obliga al protagonista a abrir el corazón para comprender con la mayor empatía de la que es capaz el gran misterio de dolor que ha vivido. Una vez asumida la herida ya no se preguntará por qué su padre, ahora un desconocido, lo abandonó.

La película es conmovedora, aun cuando peca un poco de lentitud narrativa. Lo que es innegable es la sustancia del relato que deja entrever, detrás del guión, que pertenece a Özkan Alper, el mismo director del film, una obra literaria del mismo nombre, escrita por Kemal Varol.

A causa del ambiente de silenciosa tensión que prevalece entre padre e hijo es que el texto del libreto no ayuda a la agilidad narrativa. En cambio, contribuye a disponer un ambiente estimulante para la reflexión y una observación minuciosa de los movimientos de los personajes. Por lo tanto, el silencio mismo es quien convierte a la película en un desafío de maestría actoral y también en una señal de que el director ha logrado lo que se habrá propuesto. En este caso, producir un tono de sensible indagación psicológica que sin dudas es característico de la novela original.

Los paisajes que se van desplegando en cada escena, los estilos de vida de provincia y una música típica, que seguramente el turco promedio conocerá muy bien, contribuyen a los objetivos de sobrecoger y convocar al pensamiento filosófico sobre la naturaleza de la vida y la muerte, la relevancia de los vínculos y las heridas de infancia que se cargan para siempre.

En suma, “Festival de Trovadores” es un espectáculo quizá no tan dinámico como otros pero que toca la sensibilidad más profunda y deja huella.