* Por Gisela Colombo

Las mujeres y el asesino es un film documental estrenado en 2021. Sus realizadoras, Mona Achache y Patricia Tourandcheau, han puesto en la pantalla las consecuencias de una serie de casos criminales ocurridos en la década del ’90, en París. Abusos seguidos de muerte sufridos por mujeres jóvenes, que se suceden durante al menos siete años, que es lo que tardó la captura del asesino.

Bajo tres nombres de capítulos “La Persecución”, “El juicio” y un “Epílogo”, el documental resume el trabajo de la policía y del poder judicial, pero sobretodo el denuedo de una madre decidida a desentrañar los últimos momentos de vida de su hija Heléne. Asimismo se vindica la labor de otra mujer medular en la resolución de los crímenes: la mejor interlocutora dentro del universo institucional que pone en marcha la investigación es una jefa de policía que se empeña en desentrañar siete crímenes cuyo autor es el mismo.

La persecución

En efecto, Martine Monteil es jefa de policía y encargada de la investigación, cuyo proceso incluso es interrumpido por su designación en el caso de la muerte de Lady Di en un puente subterráneo de la “Ciudad-Luz”. Pero ni con esa distracción Monteil ceja en la búsqueda. Una testigo que era periodista de policiales (que afirma haber sido la primera mujer con conexión dentro de la fuerza policial) confiesa que la división que se ocupaba de las pruebas científicas de las escenas del crimen dentro de la policía de París era nefasta, desprovista de profesionalismo y compuesta por un grupo humano reprochable. Eso motivó que la jefa de policía acudiera a un catedrático especialista en pruebas de ADN que, por entonces, eran por demás novedosas. Quien se hizo cargo de las autopsias del caso de Heléne fue el Doctor Pascal. A él y a quienes trabajaron en el mismo sentido en los crímenes siguientes y en otros tres que precedieron el de 1995, se debe la certeza de que las evidencias genéticas pertenecen todas al mismo hombre.

Pero entonces, cuando esto sucedía en Francia no existía un registro de pruebas de ADN con las que pudiera compararse la muestra. Durante un tiempo no hubo forma de detectar quién era el asesino. Pero el trabajo del doctor Pascal y los esfuerzos por rescatar todos los registros de ADN existentes en sede policial, y en formato de papel, por fin fructificaron y arrojaron el nombre del asesino: Guy Georges.

Una orden de captura pesó unas horas sobre el sospechoso a quien dos oficiales apostados en el subte por otro caso, reconocieron. Lo siguieron y finalmente lograron detenerlo.

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El juicio

En un segundo apartado del documental se trata el asunto del juicio. Y aquí es cuando el film se interesa en el perfil del acusado. Nuevamente, y no por casualidad, las mujeres son protagonistas. La abogada querellante, en representación de las víctimas, será quien logre, de un modo espectacular, que en el quinto día de juicio el asesino, en un descuido irracional, ponga en marcha su confesión. La colega asociada del abogado defensor también es entrevistada durante el film y cierto arrepentimiento en su testimonio obra como una reivindicación al final.

Es que detrás del guión que compusieron las dos directoras hay una indudable intención de denunciar la violencia contra las mujeres, como víctimas, pero también la de resaltar sus labores en la captura del asesino y en el juicio. Quizá el testimonio más forzado sea específicamente el de la abogada defensora, quien reconoce haber estado allí porque su ex esposo y responsable de la defensa decidió utilizarla para convencer a la opinión pública y al tribunal de que Georges era inocente. ¿De qué otro modo podría defenderlo una mujer de bien?

Epílogo

Lo cierto es que el documental logra resaltar la labor femenina y consigna hechos bien documentados, del modo más tradicional que posee el género. A modo de cierre, esta propuesta de streaming atrapante exhibe otra muestra más de grandeza femenina –quizá algo excesiva en el conjunto– una misericordia extraordinaria atribuida a Anne Gautier, la madre incansable de la cuarta víctima.