El charanguista pampeano Matías Bonavitta conversó con  Telón Pampeano en el marco de uno de sus desafíos más inmediatos: la presentación en el Festival Internacional Guitarras del Mundo. 

La 27° edición se llevará a cabo el jueves 4 de noviembre a las 21 horas en el auditorio del Centro Cultural Medasur de Santa Rosa. “Allí voy a compartir algo de mi búsqueda de tejido de la música pampeana a través del charango y el ronroco”, nos contó, entre muchas otras cosas en relación a su universo musical.

-¿Cómo empieza tu afición a la música?

Son de esas cosas de las que uno no tiene clara noción, digamos que la opacidad, la dificultad de explicarse a sí mismo asoma a la hora de arrimar un “cómo”. Al contrario, me gusta pensar en los tropiezos de la vida, en las experiencias que se nos presentan y se suman a algún tipo de entramado que no comprendemos plenamente. En mi caso, yo no vengo de una familia musical o artística, tampoco tuve un nicho cercano que lo promoviera, de ahí es que al ejercicio de deriva lo siento muy presente. Claro, después uno puede ir ubicando circunstancias concretas que te marcan. En ese sentido, lo primero que evoco es mi infancia, puntualmente, los viajes en camión con mi tío Roberto; la ruta invitaba a mirar el paisaje, matear y escuchar música. Los casetes iban alternándose entre Larralde, D’Arienzo, Nelly Omar, Argentino Luna, entre otros. Aún recuerdo a mi tío repiqueteando hábilmente sus manos sobre el malambo Cruz del Sur de Atahualpa Yupanqui, pero por supuesto, ahí no había ni bombo ni guitarra, sino que el áspero volante de aquel viejo Mercedes 1114. 

-¿Músico/a se nace o se hace? ¿Por qué? 

Muchas personas apelan a explicaciones ligadas a los genes, la familia, la cultura o los dones, y es válido, nadie tiene la verdad absoluta. Por mi parte, entiendo que no hay esencialismos. Si bien es cierto que puede haber atributos naturales -como una oreja que identifique tonos más fácilmente- a la vez que un entorno que brinda ciertas condiciones -como estudiar música desde temprana edad-, eso no alcanza para sostener un “se nace”. Incluso, aunque haya una historicidad ceñida por valores y tradiciones que faciliten una configuración del “ser” específica, siempre hay líneas de fuga por donde la cosa puede girar hacia otro lado. En clave foucaltiana, no implica negar condicionamientos, sino comprender que nadie está sujetado del todo, en ese sentido, existe una continua construcción del sí mismo, hay acciones y omisiones -conscientes o no-, deseos y búsquedas que llevan a un: “se hace”.

-¿Qué artistas han influido en tu vida?

Muchos, si hiciera un conteo hallaría de todo: rock, folclore, tango, música latinoamericana y mundial. En lo puntual del charango pienso en los aprendizajes que me dio los charangos de Centellas, Duran, Toconas, y claro, Jaime Torres, quien llevó el charango al mundo, haciéndolo desde un punto vista americano, pero con un acervo argentino: zambas, chacarearas, bailecitos. Jaime motivó el inicio de una escuela charanguística nacional, de la cual abrevamos la mayoría de las y los charanguistas de Argentina.

-¿Las musas existen? ¿En dónde encontrás inspiración?

No sé si existen, en lo instituido del asunto en Grecia había Musas, hoy hay Ministerios. Claro, sin dudas la imagen de esas nueve deidades mitológicas que bajan a la tierra a susurrar cosas inspiradoras resulta más fascinante. Expresan la idea de que no todo pasa por la razón o por un contenido curricular, pues hay zonas sin sentido que son claves. En otras culturas también hay figuras parecidas a las musas, por ejemplo, en el mundo aimara quienes tocan música van a buscar las melodías a lugares definidos, como ríos o vertientes, en donde se manifiesta un ser mítico: el Sereno. La gente deja sus instrumentos allí con sus ofrendas, entonces el Sereno, por la noche, emerge de las aguas y toma las ofrendas mientras dota de melodías a los instrumentos. Digamos que tanto las Musas como el Sereno operan como intermediarios de la creación, podemos pensar también, que el plano consciente/racional se funde con uno inconsciente/irracional. En efecto, lo que un montón de artistas te cuentan que sucede cuando crean es eso, algo liminar.

-La industria musical jamás hubiese imaginado hace algunos años que existirían “plataformas” donde publicar. ¿Qué hay de bueno y de malo en Internet para la música y los músicos?

Cuando algo se diversifica es bueno, da la chance de abrir nuevos rumbos. Creo que a pesar de que el mainstream de la industria cultural siga dominante, hoy en día, para quienes hacemos arte independiente está todo un poquito más descentralizado. No digo que esté fácil, al contrario se insume mucha energía que en general no se recupera, pero hay más vías de circulación y formas de hacer comunidad. 

-¿Cuáles son tus retos profesionales más inmediatos?

En lo inmediato está el Festival Internacional Guitarras del Mundo, allí voy a compartir algo de mi búsqueda de tejido de la música pampeana a través del charango y el ronroco.

-Describí el proceso creativo que desarrollás para llegar a una obra, una interpretación…

Sin recetas, pero volviendo al tema de las Musas o el Sereno, pienso que primero hay algo que irrumpe. Yo le digo intuición o deriva, es decir, uno se pone a jugar sin seguir pautas o convenciones hasta que de repente brota algo que te cautiva. Y ahí, creo yo, se entra en un terreno más lúcido, dado que intestas aferrarte a lo que te irrumpió para tratar de domesticarlo de alguna manera. En este sentido, para mí, un arreglo o una composición implica un deslizamiento entre lo que es y no es reflexivo.

-¿Utilizás la tecnología? ¿De qué manera?

Digamos que la tecnología es inherente a esta época, aún más en pandemia. Por ejemplo, en 2020, como muchos participé de conciertos virtuales como el organizado por MAPU, MIPA y Asociación Coral de L.P, también del “Proyecto Casa”, una residencia artística propulsada por la productora Isla de Contenidos de Paraná, que agrupa artistas de todo el país para crear una obra interdisciplinaria, pero que debido al covid-19 se hizo virtual. Ello implicó todo un desafío en el que coincidíamos en que no había que quedar suspendido por el duelo de lo que no se podía hacer, sino que ver qué se podía hacer aunque viviéramos limitaciones e interrogantes artísticos, ese proyecto fue muy interesante tanto a nivel artístico como de investigación y experimentación. Ahora bien, yo no venía ajeno a la tecnología, uso software de edición, plugins, pedales. De hecho, “La Oreja”, el primer disco que hice en 2002 junto a Nicolás Giorgis, no hubiera sido posible sin rústicos programas de audio. Sin embargo, a la hora de pulsar música me siento un músico que sin ser conservador frente a la tecnología prioriza la tracción a sangre, preservo eso de tocar de modo mínimo.

-¿Qué es lo mejor que has hecho?

No sé si mejor o peor, simplemente uno intenta hacer. Cada cosita que encaro busco darle lugar al proceso, ya sea para hacer un arreglo para otro/a artista/grupo o bien para componer. He disfrutado muchos procesos, por ejemplo, durante este año 2021 disfruté mucho el proceso de creación de una obra que Olga Liliana Reinoso le puso poesía, asimismo, me encantó hacer un arreglo de charango para “Serás letra en el mar” de Javier Villalba, también trabajar un arreglo para la compositora rosarina Verónica Muñoz en su tema “Jamalina”, o musicalizar una realización audiovisual animada de la directora cordobesa Gisela Supichatti. Y en lo más íntimo estoy contento con un trabajo que vengo labrando hace ya dos años, titulado: “Tejido de cuerdas y pájaros”, que aborda en charango y ronroco una selección de obras del cancionero folclórico de La Pampa. Si bien es una propuesta solista, artesanal y sencillita, durante su desarrollo sin darme cuenta me desayuné con el hecho de que no solo había encarado un proceso de creación de arreglos y adaptación de piezas musicales que originalmente fueron concebidas sin la presencia de dichos instrumentos, sino que también me había animado a componer en charango y ronroco siguiendo algunos colores que yo siento que suelen darse en ese cancionero. A este trabajo lo fui presentando en distintos espacios como: “Charango Argentino” (Bs. As), “Modos” (Gral. Pico), “El rinconcito del charango” (Bs As), “El Festival Sonamos Latinoamérica de Perú”, y en breve en el “Festival Internacional Guitarras del Mundo” (Santa Rosa).

-¿La música es una forma de hacer política? ¿En qué sentido?

La música no se reduce sólo a lo estético. En el libro VIII de la Política, Aristóteles se refiere a la educación en la ciudad ideal y a la música como uno de sus medios más recomendables, planteando si había que prohibirla o no, pues entendía que en manos enemigas resultaba riesgosa para la polis. Pensemos también que durante la conquista de América, como ha dicho por ahí Galeano, la música fue parte de la evangelización. Los cristianos buscaron cientos de modos para atraer a los pueblos originarios a un conocimiento de un solo dios. Se les permitió mantener sus bailes mientras no fuera a sus dioses; una vez destruidos sus íconos y viendo los conquistadores que la música estaba dentro de los ritos de estos se dieron cuenta en poner énfasis en la educación musical para que la fé fuera conservada como ellos querían. Otro dato interesante que me comentaba Iván Hidalgo, un músico amigo chileno, que nos habla del nexo música/política, es que en el Chile de Pinochet, el charango y la quena estuvieron prohibidos por ser considerados “instrumentos subversivos”, pensemos en el mensaje de Violeta Parra o Víctor Jara, cuyas canciones empleaban dichos instrumentos; también pienso en los temas censurados durante nuestra última dictadura. En efecto, el hecho de que en muchas sociedades la música haya sido regulada nos habla del potencial instituyente/liberador que tiene.

-¿Con qué dupla compositiva te sentís identificado/a?

Identificado, nunca lo pensé, pero duplas que me gustan hay un montón. Ahora recuerdo la dupla salteña Castilla/Leguizamón, puff, cada tema han compuesto. En el rock nacional, la legendaria dupla Solari/Belinson me parece de lo mejor, música y poesía potenciada. La dupla pampeana Jáquez/Bustriazo Ortiz me encanta, y más próximos a estos tiempos la dupla santarroseña Basso/Gavazza es alucinante.

-¿Cuál es la canción perfecta?

Es muy singular para cada persona. Para mí es aquella que no podes parar de oír y volver una y otra vez. La que genera ese efecto de bálsamo sonoro que ayuda a transitar el día a día.

Sobre Matías Bonavitta

Charanguista, Bichista, pampeano. Estudió guitarra folclórica en el Viejo Galpón de General Pico, guitarra clásica en el Conservatorio Félix Garzón de Córdoba, orientándose cada vez más hacia el charango y el ronroco con los maestros Pedro Medrano (Córdoba), Francisco Nieves (Jujuy) y Patricio Sullivan (Bs As). 

Participó en distintos festivales, bienales y proyectos sociales, destacándose: Festival “Sonamos Latinoamérica Perú” (2021); “Charango Argentino” (2021); “XIII Bienal de Arte Joven de la Universidad Nacional del Litoral” (2018); “Noche de Charanguistas”, CCK (2017); Festival "Las Luchas que se Escuchan, La Chiva no se va" en contra de los desalojos, realizado en el Teatro Griego de Córdoba por la Cooperativa de Trabajo de la Salud Junín Ltda -Clínica Recuperada- y Colectivo Villa Los Galpones (2008). 

Realizó trabajos autogestivos de manera solista y con agrupaciones; ha grabado y arreglado para diversos grupos y solistas; hizo música para teatro y cine participando en Festivales Nacionales e Internacionales; produjo discos y grabaciones junto a personas usuarias de Servicios de Salud Mental y Discapacidad Intelectual en Centros de Día. 

Fue seleccionado cómo músico para la Residencia Artística “Proyecto Casa 2020”, auspiciada por el Instituto Nacional de Teatro y la Productora Isla de Contenidos de Entre Ríos; fue seleccionado para la convocatoria federal “Músicas Esenciales-Sonidos de Argentina 2021”, del Ministerio de Cultura de la Nación Argentina.