* Por Gisela Colombo

La industria sueca del entretenimiento ha dado lugar a la creación de una tira que hace historia. No sólo en el mercado de su propio país. La ficción llegó, por obra de Netflix, a espectadores de todo el planeta.

Su nombre original fue “Bonus Familjen”, lo cual podría traducirse como “Familia ensamblada”. En inglés lleva el título de “Bonus family” y se trata de un relato secuenciado que comprende cuatro temporadas, de unos diez capítulos cada una. Los episodios duran alrededor de cuarenta y cinco minutos.

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¿Qué narra “Bonus family”? Pues la vida de una familia recién ensamblada, que asume el desafío de unir a una madre, “Lisa” y sus dos hijos, Eddie y Bianca con una nueva pareja Patrik y su hijo William.

Ambos dejan atrás dos parejas anteriores. Ella, a Martin, quien después de la separación no tuvo más remedio que regresar a casa de su madre para vivir en un altillo con sus dos hijos. Otro, a Katjia, primera esposa de Patrik, de quien se divorció tres años antes, pero aún carga con una exigencia y autosuficiencia insoportables.

Gran parte de las dificultades que se van sucediendo en la primera temporada reproducen situaciones cotidianas para quienes se embarcan en una segunda pareja e intentan convertirse en una familia.

Martin orbita en torno de su ex mujer a un punto intolerable para Patrik; Katjia propone un desapego y libertad sexual que para él es preocupante, en virtud de que William, su hijo de diez años, es el obligado espectador de los sucesos. Las promesas que se les hacen a los niños van decepcionando. Así, la convivencia ordinaria se entrama con personajes que son un ejemplo de caracterización creíble, coherente y divertida.

La misma creadora de la tira se ha visto sorprendida por el éxito que tuvo esta familia en el ingreso a los televisores de diferentes países, porque juzgaba que era un producto muy “sueco”. Quizá lo sea en algunos aspectos como la utilización de un desparpajo escatológico que no parece ser el gusto de sociedades como la nuestra. Tal vez la equidad entre el papel femenino y el masculino, en la posesión de los recursos, en el mundo laboral y en la función maternal/paternal y las tareas domésticas también sea una huella cultural diversa. Tratándose de otra tradición, es probable que, por esa misma causa, no se presente con un énfasis militante el tema, como sí lo hacen ficciones de otras latitudes. La impresión es que para ellos no hay novedad: la equidad entre hombre y mujer es una conquista antigua y asentada.

Pero la serie recrea un material psicológico y vincular que trasciende todo origen. La universalidad de las desavenencias familiares, de las distancias generacionales, de la evolución de ciertas conductas ̶ antiguamente penadas̶ en comportamientos aceptables son rasgos que explican la acogida que tuvo la historia de Lisa y Patrik en todo el mundo.

El discurso, además de mantenerse apegado al asunto de las relaciones entre integrantes de una nueva familia, tiene una simpleza que no olvida nunca presentar una visión amplia como alternativas de cada uno de los conflictos.

Algunas curiosidades del mundo que retrata la serie podrían interesar: las puertas de calle de todas las casas se abren para afuera. El incumplimiento en el pago de una deuda, por pequeño que sea, obstruye toda posibilidad de crédito futuro. La mala trayectoria escolar y las indisciplinas de un niño pueden motivar una moción comunitaria para que sea expulsado de la escuela pública. La hipocondria y la interferencia de información médica de internet en el trato con los profesionales también se manifiestan.

Y la lista sigue… haciendo que la experiencia de esta ficción resulte una actividad divertida que no convoca a observar la distancia cultural, sino a descubrir, detrás de las diferencias, experiencias y sentires profundamente humanos. Cuestiones que emergen como desafíos comunes de la vida moderna en innumerables rincones del planeta.