Por Gisela Colombo

Santa Evita es una serie argentina inspirada en el libro del mismo nombre cuyo autor, Tomás Eloy Martínez, logró una consagración por medio de este texto y su obra recorrió el mundo. Sus colegas se hicieron eco de ese éxito y desplegaron toda clase de análisis elogiosos. Pero detrás de esta puesta en escena de Star+ está la mano de productora de la actriz Salma Hayek.

En esta versión de miniserie el texto se transforma en siete episodios de cuarenta y cinco minutos de duración donde se pone en escena la novela hecha a horcajadas entre hechos ficticios y la realidad documentada.

El asunto sondea lo que le ocurre a Eva Perón, no en la vida, sino en la muerte. Cuenta la historia de un embalsamamiento no consentido por la protagonista que, sin embargo, ordena el mismo Juan Domingo Perón, su esposo. Contrariamente a lo que ella le había pedido como último deseo a su madre ̶ que no dejara que nadie manipulara su cuerpo ̶ el viudo ordena el procedimiento que hará el doctor Ara, un médico español.

En episodios siguientes el embalsamamiento evoluciona hasta dar un resultado fidedigno y tres falsos. Tres muñecas de cera hechas por un artista. Eso explica el título de uno de los episodios llamado “Poupée”.

Mientras tanto, Moori Kenig, un militar argentino de origen alemán, va revelándose como el protagonista de la obra, en virtud de que él es una especie de edecán al servicio de la “Señora” durante los últimos meses de vida.

En una tensión unívoca que no cede ni un segundo vemos la división social que arrastra a los personajes a cierto espionaje y a esconder intenciones como práctica naturalizada.

Con un ritmo armónico, los episodios van revelando una serie de sentimientos encontrados que embargan al coronel, suscitados por el contacto con Eva. Del mismo modo el personaje que interpreta Ernesto Alterio se debate entre un repudio al poder autoritario de esta mujer en tiempos en que los hombres no habrían podido adaptarse a semejante esquema, también siente cierta atracción desde el punto de vista romántico, mezclado con intolerancia a sus hábitos, incomodidad frente a los imperativos que le imponen, y toda clase de confusión emocional. En algunas escenas incluso se siente excluido de los afectos de la mujer y hasta sufre su distancia.

La muerte de Eva ocurre en julio de 1952, y en el 1955, con la Revolución Libertadora, el poder militar llega a los puestos más altos del Gobierno. Es cuando Kenig acrecienta su potestad y se ordena a dirigir los destinos del cuerpo real y las tres réplicas del cadáver de Eva.

Conforme avanza el relato un periodista de la década del setenta investiga el destino que aquello tuvo. La realidad del ‘52, del ’55, de algunos años antes cuando la pareja de Juan Perón y Eva Duarte se conoce y enamora, realidades en que vacila permanentemente esta serie, también lo hace el texto de origen entre ficción y realidad histórica.

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El logro de la novela es innegable. Pero la habilidad de guionistas, entre quienes están el mismo autor de la obra Tomás Eloy Martínez, Marcela Guerty, Pamela Rementería, Willy Van Broock inclina la balanza. La labor de los directores ̶ Rodrigo García Barcha y Alejandro Maci ̶ traspasa esas virtudes a la tira que finalmente tiene una excelente reconstrucción de época, buenos diálogos, muy buenas actuaciones y una impronta que huele inconfundiblemente a buena literatura.

El elenco es encabezado por Natalia Oreiro (Eva) , Darío Grandinetti, en el rol de Juan Domingo Perón; Francesc Orella, como el médico español Pedro Ara y Ernesto Alterio, con su genial interpretación de Kenig. Interesante, bien contada y polémica hasta la médula la tira sondea la construcción de un mito a fuerza de sacralizar con un procedimiento científico a una mujer real y resistir con ello la dolorosa realidad de la muerte de una joven de apenas treinta y tres años. Una nueva realización del tópico de la rosa tronchada antes de su plenitud.

Recomendable, sin dudas.