Por Gisela Colombo

Una serie llamada “Sagrada Familia” llegó a una de las plataformas más populares el 14 de octubre de 2022. Se trata de una tira producida en España que echa mano de algunos ingredientes más que probados. Su protagonista es interpretada por la ya célebre Najwa Nimri, que brilla en “Vis a vis” y en “La casa de papel”. Comparte este set con otra actriz que actuó también en esos productos televisivos exitosos: Alba Flores. En el elenco –y manifestándose nuevamente la obsesión del mundo del espectáculo español por lo argentino– están Miguel Ángel Solá y Laura Laprida.

El relato, que consiste en ocho capítulos y una única temporada, narra la historia de una familia catalana recientemente instalada en un barrio acomodado de la Ciudad de Madrid. Familia cuyos vínculos con nuevos amigos van complicando y revelando de a poco un pasado complejo, lleno de mentiras. Algo ocurrido en el pasado obliga a sus integrantes a vivir mediante identidades apócrifas. Capítulo a capítulo veremos fragmentos de esa historia que, develada completamente en el antepenúltimo episodio, permitirá la resolución de un modo no forzadamente abrupto.

Gloria (Najwa Nimri) tiene un bebé y Atiana, que pronto se devela como su hija, es quien cuida al pequeño Hugo. Un secreto impide en primer momento la visita de nuevas amigas a la casa familiar, pero con el paso de los días las prohibiciones autoimpuestas se van relajando y el peligro se acrecienta.

Escenas de sexualidad homosexual y heterosexual cuasi explícitas pecan de hiperrealismo innecesario, aunque tengan un tratamiento artístico edulcorado mediante la música que logra suavizar un poco su tenor. Precisamente la música será resorte dramático que acelerará los tiempos del relato. No será el único arte subsidiario que acudirá a la pantalla, en este caso.

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En cuanto al tema central de la serie, diríase que es la Maternidad. La duda que subyace es ¿cuáles son los límites de las licencias que puede darse una madre para proteger a sus hijos?

Los personajes secundarios tienen, a su vez, sus propios conflictos también asociados con la maternidad y paternidad: adicción a las drogas y maternidad. Maternidad de hijos con diagnósticos difíciles, imposibilidad biológica de procrear, deseo frustrado de ser padre/ madre por falta de consentimiento del cónyuge, y toda clase de variante en torno de la vida familiar. Hacia el final, de algún modo se impone el azar como juez supremo y ciertos conflictos se anudan dando una posibilidad fortuita de resolución para algunos.

Manolo Caro es el creador de un guión que si algo tiene de bueno es el ritmo de develamiento de misterios constante y creíble. Pero también logra unidad en el cuidado de todos los detalles. Por dar un ejemplo, la procedencia de la familia (la ciudad de Barcelona) tiene una relación sugestiva con la actividad laboral de Gloria, artesana del vitraux, emparentada con el emblema artístico de Barcelona: la “Sagrada Familia” de Antoni Gaudí. Lo mismo sucede con los nombres que toman los personajes: Abel, Mariana y Gloria revelan el intertexto bíblico, que acaba de explicar el nombre de la ficción.

Desde el punto de vista de la propuesta visual, es interesante la introducción. Imágenes ilustradas de vitraux se convierten en la escena inicial de cada nuevo capítulo. Esa fragmentación de los cristales ilustrados representa relatos bíblicos, que luego se transforman –mediante una pátina de realismo expresada por la fotografía– en fragmentos de la realidad de Gloria, que el espectador debe ir captando y ubicando sobre el rompecabezas de su propia interpretación, de la que dependerá la efectividad del suspenso y, acaso también, la comprensión de la tira. Es por ello que destaca el intertexto bíblico sugiriendo un contrapunto de “Gloria” (Najwa Nimri) con la figura de Santa María, como una reversión que establece la pregunta obligada: ¿Qué implica el amor de madre en su faz más plena? ¿Es preciso evitarles el dolor a los hijos? ¿O como la Virgen María, la sabiduría dicta a la madre ser espectadora del destino al que se abraza el libre albedrío de cada hijo? En las antípodas del ejemplo maternal de Gloria quizá pueda situarse una obra escultórica clásica de Miguel Ángel Buonarroti que hoy saluda desde la Basílica de San Pedro, y compone el cuerpo de Cristo recién descendido de la Cruz “La Piedad”. Un Cristo muerto sobre el seno de una madre sufriente como ninguna otra, pero respetuosa de la decisión de su hijo, que si ocurrió, fue también la voluntad de Dios.