*Por Gisela Colombo
En 2018 se rodó una película documental que narra todo el proceso que una familia tailandesa transita para criogenizar el cuerpo de su hija de apenas dos años de edad.
La beba sufre el cáncer de cerebro más agresivo que existe. Su padre, científico también, no sólo está en conocimiento y profundiza las posibilidades de hacer realidad una perspectiva utópica hasta hace un tiempo. En rigor, esas posibilidades formaban parte de la ciencia ficción o de una leyenda urbana según la cual Walt Disney fue congelado para aguardar así el descubrimiento de la droga que pudiera vencer al cáncer que padecía.
El propósito era congelar el cuerpo de la niña con el fin de que eso le diera la posibilidad de aguardar la cura de su mal. Si el subtítulo es “Vivir dos veces” es porque sintetiza el objetivo que encerró la cruzada de la familia, que no estará completa hasta que la ciencia descubra la cura de la enfermedad y se logre descongelar y regresar a la vida a Einz.
Este plan es el correlato de la aceptación de que ya no hay alternativas. La niña moriría inevitablemente por el avance de la dolencia. Pero antes de esa resignación el padre de familia utiliza todos sus saberes y su condición de investigador para buscar contrarreloj la droga que pudiera detener la agonía. A pesar de sus esfuerzos, no obstante, no logra salvarla y la niña por muere.
Los detalles que acreditan todo el trance son de un patetismo que impide permanecer indolente o paliar el dolor favoreciendo el distanciamiento racional propio de la ciencia. Fotografías, pertenencias y un vestido de la niña acentúan la desolación que se siente desde el primer momento.
El método
Increíblemente, aunque haya pasado ya muchas veces con otras fantasías literarias, el presagio de que sería posible congelar un cuerpo para conservarlo con la posibilidad de regresarlo a la vida más tarde es probable que se cumpla.
Durante gran parte del film se explica con detalle en qué consiste el procedimiento científico. Más allá de la inverosimilitud que asalta desde la misma situación sólo porque ha sido argumento de varias ficciones, es al final creíble por su certera documentación.
Intervienen en la exposición, además de madre y padre de la niña, un hermano llamado “Mátrix”, cuyo nombre quizá revele la fe de aquéllos en un futurismo utópico. El hermano también interviene en los estudios posteriores al procedimiento de criogenización. Es que si el mecanismo se realiza en cuanto el corazón del paciente deja de latir y rápidamente se sumerge el cuerpo bajo agua al punto de congelamiento, técnicamente no muere. Pero alguien también debe aplicarse como albacea para que se restablezca a la vida el ser criogenizado. Matrix será el encargado de ello en esta historia.
Dudas
Todos los pasos necesarios se cumplen desde que el corazón deja de latir. Y la niña queda, por obra de la ciencia, en pausa existencial. No obstante, cabe la pregunta irresoluble de que sea también incluso una suspensión de la dinámica esencial.
Las creencias religiosas orientales se cruzan aquí. Mientras los padres encarnan una perspectiva cientificista, la visión religiosa de su misma cultura se cuestiona si detener el devenir del cuerpo no interrumpe la mecánica de la transmigración de las almas en las que creen tanto el hinduismo como el budismo, entre otras religiones orientales. En efecto, según esa postura, detener la muerte supondría detener la evolución o involución natural, la reencarnación conseguida por las acciones libres del sujeto en vida. El mismo hecho que da justicia al universo queda en pausa también.
El documental es interesante por varios flancos. Y vale verlo aunque más no sea que para revisar la bioética que atraviesa los nuevos desafíos por obra de los avances tecnológicos.