Por Gisela Colombo.

El 11 de octubre llegó el día del estreno de una ficción que viene levantando polvareda desde que comenzó a rodarse.

Una figura como Robert De Niro habría despertado un interés considerable aun cuando no fuera ésta su primera vez en una ficción televisiva. ¡Cuánto más si fuera inaugural su incursión en el género! Si su actuación incluyera un dominio simpático del español y cierta complacencia en los hábitos porteños, no habría cómo acallar los presagios de éxito.

Si la misma comedia dramática desarrollada en cinco episodios de una media hora de duración, tuviera por protagonista a un comediante como Luis Brandoni, entonces no habría derecho a permanecer incólume.

Tal es el caso de esta miniserie de streaming realizada por la dupla que ha hecho ya unos cuantos éxitos: Mariano Cohn y Gastón Duprat, responsables de “El ciudadano ilustre”, “Competencia oficial”, “Mi obra maestra”, “4por4”, entre otras. Ambos dirigen y construyen, en algunos casos, los guiones con resultados excelentes. Dos artistas argentinos que hacen un cine inteligente sin ser explicativos, ideológicos o sesgados en la mirada. Que se permiten plantear historias que rozan o abordan directamente polémicas, sin conducir las respuestas, exhibiendo un respeto por el público del que no todos los directores pueden jactarse.

Si algún antecedente reconoce la faz de turismo porteño y sibarita, es el del documental titulado “Todo sobre el asado”, de estos dos realizadores.

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Pero es en “Mi obra maestra” donde aparece el antecedente directo de esta serie que se ha estrenado recientemente. No sólo se repite el actor protagonista, Luis Brandoni, los personajes también tienen más encuentros que diferencias.

En aquella comedia, Brandoni era un pintor renegado, que había perdido influjo y admiración del mercado; pasaba privaciones sin que por ello estuviera ni remotamente dispuesto a cambiar. Las mismas características tiene aquí Manuel, un escritor lleno de manías, dedicado a la crítica gastronómica y dueño de idéntica resistencia a las innovaciones y de un cinismo y honestidad brutal que pone en fuga a casi todos los demás.

Vive con una mujer que le ha consagrado décadas como empleada doméstica, secretaria, cocinera y, en fin, solucionadora de problemas de todo tipo. Adormecido en sus capacidades por virtud de esta mujer, Manuel recibe su muerte inesperada como un escollo imposible de afrontar. Pero la vida le guarda una sorpresa: una chica de unos veinte años, de procedencia paraguaya, llegará a hacerse cargo de las mismas funciones. Se trata de su nueva casera Antonia (interpretada por Majo Cabrera), que renovará la esperanza de Manuel en varios aspectos.

La historia es narrada por el personaje de Vincent (Robert De Niro), que desde Nueva York irá presentando cada episodio.

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Los capítulos llevan, en general, títulos ingeniosos que cruzan la gastronomía con dichos populares rioplatenses: “Estar al horno”, “Remar en dulce de leche”, “La verdad de la milanesa”, “Comerse un garrón”, y “Tirar manteca al techo”. Esta elección deliciosa de refranes y usos metafóricos que caracterizan al hablante del Río de la Plata sacia una antigua necesidad de nación joven, de buscar la propia identidad en la mirada de los extranjeros.

Es que si algo manifiestan las creaciones de Duprat y Cohn es un conocimiento profundo del sentir argentino, que en términos de género se traduce en la convivencia de lo dramático, con un humor ácido que satiriza lo doloroso y lo aliviana hasta tornarlo risa sanadora.