* Por Gisela Colombo
The duchess, además de ser una película de época en la que actúa Keira Knightley, es otra humilde producción de Netflix que, en su temporada primera, ofrece seis capítulos bien contados, entretenidos y representativos de un mundo según la modernidad líquida que describe Baumann.
Se trata de una mujer inglesa de mediana edad que vive en Londres, con su hija preadolescente, en una especie de equilibrio destinado a perderse de un momento a otro.
El padre de la niña es un bohemio nómade que ocupa una casilla a la vera de un río y se autopercibe como si fuera la estrella de rock adolescente que alguna vez fue. La madre, muy consciente y moderna para criar, jamás lo critica y la niña vive convencida de que su papá es perfecto. El relato lo completa un odontólogo que sale con la protagonista. Nunca más ubicuo que en este caso el verbo “salir”, porque nuestra heroína no deja entrar al hombre a su casa, no deja que vea a la niña, ni le da jamás la categoría de “novio”. Uno o dos encuentros sexuales semanales y algunas salidas a comer, a tomar una copa, etc resumen su relación.
El desequilibrio por fin llega cuando niña y madre deciden que ha llegado el momento de tener otro bebé. Comienza así la búsqueda que es, en sí misma, una crítica al esquema liviano con que se elige con más cuidado una cubierta de celular que el mismísimo padre de un hijo. En escenas que llevan tanto a la risa como a la convicción de que vivimos en sociedades ruinosas, vemos el intento de la protagonista y el padre de la niña (antiguo amante) de reproducir la escena casual en que gestaron esa hija en común. ¿El motivo? Tener un hijo con la misma combinación genética para que sea igualmente apto que la niña. Disfrazados de sí mismos quince años antes, en un callejón, en actitud marginal, intentando superar el rechazo mutuo con tal de que ocurra la inseminación.
Mientras tanto el odontólogo se queda cuidando, como un babysitter, a la niña, expresando en esa actitud y en múltiples parlamentos su deseo de formar una familia con ellas dos. Pero por más intentos que haga, la protagonista se niega a tener su segundo hijo con él.
Si bien esperan otras temporadas, el asunto promete resolverse mucho más allá de ésta en que vemos hasta la eclosión del conflicto central en el sexto capítulo.
Son seis episodios, está bien dirigido, los paisajes urbanos de Londres, el vestuario totalmente polémico de su protagonista y actuaciones creíbles hacen de su visión una experiencia agradable aun cuando resulte un poco gráfica para el asunto erótico.
Veremos cómo siguen los episodios que la continúan. Pero dediquemos nuestra atención inmediata a debatir los “agones" (luchas) que no son invención de un autor sino realidad contante y sonante de nuestras sociedades contemporáneas. Allí se anuncian los desafíos que vienen creciendo como fenómenos impensados hace décadas y cada vez más extendidos hoy.