Por Gisela Colombo

En estos días que están clausurando el 2023 se estrenó la segunda temporada de una serie de Star Plus que hizo historia. “El encargado” de Cohn y Duprat, creadores y directores, fue protagonizada por Guillermo Francella y levantó gran polvareda. Incluso llegó a recibir espasmódicos intentos de censura desde los gremios que defienden a quienes se desempeñan en esas labores.

La polémica se alzó cuando se aproximaba el estreno de la primera temporada de la tira que tenía seis episodios tan logrados como todos los productos que caracterizan a los directores. Y, como ocurre con sus creaciones, el conflicto social suele atravesar la ficción generando una polémica que jamás se cierra a una única interpretación. En tiempos de la post-verdad en que deben explicitarse como moralejas los mensajes porque la crisis cultural así lo requiere… En tiempos en que la objetividad de los hechos perdió todo su valor para dárselo a la opinión más subjetiva, esta serie es un oasis. Aquí, el relato no subestima al espectador; en cambio, lo invita a la reflexión y a resolver los dilemas el propio espectador. Este tratamiento convierte a todas las películas y series dirigidas por esta dupla en productos tan respetables como respetuosos.

Pero si algo tienen de excelentes sus historias es la fina observación de las actitudes, motivaciones, modismos lingüísticos, los hábitos, los detalles culturales que revelan la idiosincrasia social de cada periodo, las incomodidades del ciudadano en la coyuntura de su presente, y las incoherencias de quienes se dejan arrastrar por las causas de moda, casi siempre incongruentes entre sí. La burocracia absurda es otro tema al que apelan los argumentos.

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El encargado” es la historia de Eliseo (Guillermo Francella), el responsable de la limpieza y el orden de un edificio en la Ciudad de Buenos Aires, aunque es mucho más que eso para los propietarios.

Con una actitud casi servil, dispuesta a cosas extremas con tal de manipular a los empleadores como miembros del consorcio, el hombre ha cumplido casi treinta años como empleado del edificio y lleva un registro pormenorizado de la vida privada de cada propietario o inquilino, por siniestro que suene. De hecho, tanto en los hechos que se cuentan en la primera temporada, cuanto en los de la segunda, es posible observar un ambiente en que Eliseo tiene carteleras dedicadas a cada uno de los vecinos, con un cariz digno de un investigador privado o del espionaje profesional. Cámaras y micrófonos le garantizan al “encargado” que tendrá los ases en la manga para vencer a cualquiera de los enemigos potenciales. Pero ese universo que anima todas sus relaciones e incluso todos sus hábitos laborales permanecerá en las sombras hasta que el azar y dos insidiosos lo descubran en toda su obsesión.

Desde entonces la lucha se tornará una guerra.

¿Contra quién?

En la primera temporada el verdadero antagonista de Eliseo es un abogado que se desempeña como autoridad del consejo del edificio, un tal “Zambrano”, a quien se le ocurre deshacerse de Eliseo para disponer de la terraza donde se emplaza su vivienda. El propósito es hacer una pileta olímpica y un salón de usos múltiples y prescindir de los servicios del encargado para delegar sus responsabilidades a una empresa de limpieza.

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Pero a Zambrano, que será aliado al principio de este segundo tiempo, se suma una nueva propietaria. Lucila Morris, quien tiene fama y prestigio por ser directora de una fundación que ayuda a los más necesitados. Con el mismo celo con que dirige su fundación, pretendidamente “sin fines de lucro”, se mete en las decisiones, integra el consejo y audita hacia atrás las cuentas de diez años. Con ello pone en alerta al Administrador, a Zambrano y al mismo Eliseo, que también tiene negocios non sanctos con proveedores o quienes cumplen servicios en el edificio.

El resultado es que se desata un conflicto en el que veremos las increíbles capacidades del protagonista para desalentar a sus rivales y devolver con una moneda tan áspera como la de sus empleadores. Todo ello mientras Eliseo se convierte en un propietario legal inesperado, con los derechos que esa condición le concede.

Entretenida, crítica, graciosa y tristemente verosímil, la segunda temporada de “El encargado” promete éxito.