Por Gisela Colombo
“La luz que no puedes ver” es una miniserie disponible en streaming que fue estrenada el 2 de noviembre de este año, en Estados Unidos. Su realizador fue Steven Knight, mientras la dirección correspondió a Shawn Levy.
Pero todo deriva de un texto literario, como suele ocurrir con esas ficciones que tienen, además de forma, un fondo sustantivo y hondamente humano.
En este caso será “La luz que no puedes ver” una novela de Anthony Doerr, quien al año siguiente de su publicación recibió por este trabajo el Premio Pulitzer 2015. Fue entonces cuando su labor literaria alcanzó difusión a gran escala y sus libros pudieron aspirar a la lista de los “best sellers”.
La tira tiene cuatro capítulos de duración regular en que se narran las experiencias de dos jóvenes destinados a conectarse.
Un empleado del Museo de Historia Natural de París, Daniel Leblanc (Mark Ruffalo), huye con su hija cuando el ejército alemán ingresa en París durante la Segunda Guerra Mundial. Marie-Laure (interpretada por Aria Mia Loberti), su hija, es una jovencita no vidente a quien el padre, como extraordinaria muestra de amor laborioso e incondicional, ha formado ofreciéndole todas las armas necesarias para la supervivencia, a pesar de su ceguera. Marie-Laure hace gala de esa preparación con una autonomía difícil de igualar entre la gente de su edad, por buena visión que pudiera tener.
Lo cierto es que padre e hija se encaminan hacia un pueblo pequeño en que tienen familiares. Así se instalan ambos, en un caserón maltratado por la guerra mientras los bombardeos riegan de terror la Ciudad Luz.
La chica no sólo sabe ingeniárselas sola, sino que los mensajes radiales que ella enviará más tarde, como si fueran los modernos podcast, en medio de la Guerra, serán escuchados por el enemigo, y también por Werner Pfening, un soldado alemán que, de chico, en un orfanato, adoraba también al “Profesor”, conductor del programa que la niña parisina admiraba.
En Saint Malo pronto descubren que el tío dueño de casa ejerce todo contacto con el mundo mediante una radiofonía clandestina que se escucha en el dial todas las noches. La llegada de la niña y su convivencia durante meses va revelando la actividad secreta y Marie-Laure acaba por ser ella quien entretiene a desconocidos mientras transmite la cifra de las actividades de espionaje ejercidas por los aliados y a las que se atribuyeron parte importante del éxito militar.
Aun cuando llevará algunos meses descubrir que el hombre al que ella escuchaba desde niña y se hacía llamar “El profesor” era precisamente el tío de su padre, finalmente lo hará. Y por eso será ella la que herede su radio y su actividad, cuando él ya no esté.
No obstante, en tiempos infantiles, no era la única niña que lo escuchaba el programa. Otro nene, confinado en un hospicio por la muerte de sus padres, también abrazaba el hábito de disfrutar cada noche el discurso de “El Profesor”, que fue mutando desde el pacifismo previo a que se desatara la guerra hasta una resistencia hecha de mensajes cifrados en pleno conflicto. El niño, un adulto hacia el final de la obra, es Werner Pfening, a quien vemos crecer y convertirse en un cerebro apto y activo que los nazis descubrirán más pronto que tarde. El mismo intelecto que lo obligará a trabajar para los servicios de inteligencia alemanes. En esa labor es que reconoce al “Profesor”, y que el anciano le confía la seguridad de su sobrina nieta Marie-Laure.
El desenlace del relato llega junto con el ejército estadounidense que —como conviene al nacionalismo de los EEUU— es el salvador indiscutible de Occidente y de ambos protagonistas. Amén de esta ingenuidad pochoclera que es tan tópica, la serie y el libro logran credibilidad, exhiben la tragedia castrense desde un costado original. Las actuaciones son buenas y el mensaje, positivo. La reconstrucción de época, más que satisfactoria y el amor por la radiofonía, por la comunicación supérstite entre las prohibiciones se erige en la mejor prueba de resistencia humana frente al horror a escala mundial.
En los relatos de la infancia, se ve la crianza de la nena a la que el padre supo darle alas ante la adversidad. Foto Netflix.No se cruzarán hasta el final.
Vale la pena esperar para ese instante en el que no necesitarán los ojos para verse las almas.