* Por Gisela Colombo
Un estreno reciente de la plataforma de Netflix una producción de “Patagónik” propone un film argentino dirigido por Ariel Winograd y protagonizado por Leo Sbaraglia y Benjamín Otero, un talento muy joven, de apenas once años. Se trata de “Hoy se arregla el mundo” una comedia con algo de drama en la que el protagonista apodado “El griego” es un productor de televisión cuyo producto desde hace años es un reality bizarro en que se presentan casos absurdos de desavenencias entre vecinos, parientes, parejas, y toda clase de vínculos. La pretensión de realismo con que todo se plantea hace tiempo es sólo una convención, y no parece convencer a nadie. A pesar de ello, el griego es presuntuoso, soberbio y se niega permanentemente a bajar de su ego por más rendido que se sienta.
Su ex mujer, que encarna Natalia Oreiro, será el punto de partida del desequilibrio que intentará subsanar todo el desarrollo del film. Silvina (Oreiro), luego de rescatarlo del aeropuerto con una excesiva ingesta de Clonazepam para soportar un vuelo complicado, se encuentra con él para hablar del hijo en común. Y lo hace en el restorán japonés de canje en el que el griego come tres veces por semana. Es cuando le desliza ambiguamente que él quizá no sea el padre del nene. Al salir del establecimiento, la mujer sufre un accidente y muere en el instante.
De tal modo, la responsabilidad asumida inicialmente por la abuela materna (Soledad Silveira) pronto cae sobre la espalda de nuestro protagonista que, sin embargo, sigue dudando de su paternidad. Un examen de ADN lo quita de dudas y es cuando arranca la cruzada en búsqueda del verdadero padre biológico de Benito.
La “coach escolar” interpretada por Charo López será el tercer integrante que se sume a la expedición.
El film tiene una dulzura especial sin faltar nunca al humor, que sondea lo costumbrista y recuerda, según algunos críticos han señalado, los pasillos del antiguo Canal 9 donde fue rodada esta ficción. Incluso hay quien halló una referencia directa al Zar de la televisión de los ochenta y noventa, Alejandro Romay.
El título se explica por el nombre del programa decadente que produce el griego. Pero entre tanta mentira y duda por la paternidad de Benito, emergerá lo que puede ser previsible pero de todos modos interesa. No sólo porque es efectiva y enternece la puesta en escena, sino también porque es un lujo la actuación de Sbaraglia, pocas veces visto en el rol de un comediante. Lo mismo ocurrirá con López y con el niño que protagoniza, que es completamente creíble.
El elenco se completa con personalidades de primer nivel: Soledad Silveira, Gerardo Romano, Diego Peretti, Yayo Guridi, Gabriel Corrado, Mario Alarcón, Martín Piroyansky, José Luis Gioia, Luis Luque. La fotografía es muy nítida y el espectáculo es más colorido de lo que suele hacer la industria argentina en largometrajes. Es un espectáculo entretenido, bien realizado y portador de una ternura que podrá despertar el replanteo de los vínculos parentales desde un formato liviano y emotivo.