“El asesino de mi hija” es un documental que ha puesto a disposición una plataforma de streaming famosa, recientemente. El film fue dirigido por Antoine Tassin y transcurre en tierras francesas y alemanas.

*Por Gisela Colombo

Se trata de un hecho real ocurrido a la joven Kalinka Bamberski, quien inesperadamente y después de un día soleado muere como consecuencia de una pretendida insolación.

Su padrastro Dieter Krombach, un médico respetable de una pequeña localidad alemana, intenta salvarla y le inyecta una dosis de calcio que le proporcionaba a sus pacientes en muchas ocasiones. La joven de quince años muere. Sabremos luego que, según la autopsia, el deceso deviene como consecuencia de una regurgitación que le provoca asfixia, posibles consecuencias de la inoculación.

Hasta aquí podríamos pensar en una muerte natural o quizá, con menor ingenuidad, en un crimen común.

Lo que tiene de particularísimo el hecho que Tassin relata para la televisión francesa es que el punto de partida es un asesinato y varios abusos, una carrera de fraudes médicos, pero el tema es otro. El tema es la obsesión amorosa del Señor André Bamberski por hallar pruebas contra aquel que él identifica como asesino de su hija. Nada menos que Dieter Krombach, no sólo médico inobjetable para su entorno y sus pacientes, sino también segundo esposo de la mamá de la chica y, por tanto, padrastro de la víctima. Estas circunstancias determinan que nadie le crea al exmarido la acusación de culpabilidad de Krombach, adivinando en ello una revancha contra quien le arrebató su matrimonio.

El padre de la víctima arranca una investigación personal. Primeramente, pide una copia de la autopsia y corrobora, algunas de sus inferencias. Tiempo después solicitarán la exhumación del cuerpo y caerá en la cuenta de que los órganos genitales y ciertas lesiones de orden sexual han desaparecido del cuerpo.

Por añadidura, como los hechos ocurren en territorio germánico, el juicio se realiza en Alemania, sitio en que Krombach se destaca como médico cardiólogo y nadie es capaz de tolerar sospechas de un extranjero que podría estar guiado por el deseo de venganza.

Así, el médico es sometido a un juicio en que le darán una ínfima pena por faltas menores. No se le imputarán muertes y violaciones, sino incumplimientos que le granjearán la retención del título médico.

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Casi dos veces la vida de Kalinka habrá de transcurrir antes de que pueda hacerse algo. Y André Bamberski jamás cejará en su propósito. Dedicará todo su tiempo a investigar, e incluso a seguir, a quien –ya separado de la mamá de la niña– sigue perpetrando horrores silenciosos. Siempre con jovencitas menores de edad.

La impotencia y los años transcurridos provienen de una injusticia mayor: los tribunales alemanes se niegan a dar la extradición del reo para que sea juzgado por el Estado francés en virtud de que Kalinka era ciudadana francesa. He aquí evidencia del tema que trata “El asesino de mi hija”: la constancia obsesiva de un padre que no se rinde. Pero también la reacción desesperada que lo llevará a realizar un acto de justicia forzado por mano propia…

Excelente documental, en el que intervienen con su testimonio tanto los abogados de Krombach cuanto André Bamberski, testigos, profesionales intervinientes, pero también el desinteresado cómplice del padre, que hace posible la cruzada geográfica que obra de toda resolución y deja en paz nuestra empatía de espectadores.