*Por Gisela Colombo

En los últimos días un film trepó a la escueta lista de los más vistos de Netflix.

Se trata de una comedia de acción realizada por la productora del gran comediante Adam Sandler.

Este producto se erigió en un ejemplo ̶ ya típico a esta altura ̶ de que los esfuerzos de difusión, publicidad, e incluso la oferta del film en grandes plataformas de streaming no garantizan un buen producto, aunque haga récord de reproducciones.

En efecto, como en otras tantas disciplinas artísticas, inversión y popularidad no son sinónimos de calidad. Tal es el caso de esta comedia llamada “Suegros de armas tomar” que narra la historia del gerente de un banco pequeño, algo histriónico, feliz conviviente y prometido de una joven cuyos padres no conoce. La inminencia de la boda trae sorpresivamente a sus suegros unas jornadas antes del evento. Durante esos días, Owen (Adam DeVine) conoce la extravagancia de Lilly (Ellen Barkin) y Billy Mc Dermont (Pierce Brosnan) y permanece entre perplejo y sorprendido. La presentación de la pareja a sus propios padres tiene también su gracia. Pero la acción comienza realmente cuando el mismo protagonista desata el caos. Por cierto mareo etílico que comparte con sus suegros en una salida, les revela las claves de la bóveda del banco. Al día siguiente, sin ninguna tardanza, el banco es víctima de un robo en que se usan aquellos datos proporcionados por él. Casualmente, son dos encapuchados que coinciden en la apariencia nada menos que con Billy y Lily. Es cuando el yerno comprende que los padres de su novia son una famosa pareja roba-bancos.

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Secuestro y el robo de dos bancos más, tiroteos y persecuciones donde en cambio de puestos de frutas que vuelan por el aire lo que vuela son lápidas de un cementerio. Estas peripecias son la infalible acción que nos mantiene interesados casi hasta el final, a pesar de los lugares comunes.

El contenido pretende lo humorístico. Pero eso no significa que mueva a la risa. Los gags son de una obviedad que no logra herir al espectador con la sorpresa necesaria para la hilaridad efectiva.

El director, Tyler Spindel, invisible detrás de la fórmula multiprobada de la tópica comedia liviana, no aporta demasiado. ¿Los actores? Tienen un desempeño aceptable.

Pero el resultado es un entretenimiento regular.